miércoles, 8 de enero de 2014

Los espacios vacios


Solía sentarme con un libro sobre las rodillas y disfrutar de sus páginas, leía por el puro goce de las vidas fuera de mí, podía reflexionar y guardar lo que me dejaba cada uno de los textos. Sin embargo, después de alimentado mi gusto por los libros y definida mi  carrera me enfrento con que existen "teorías literarias" para entender más allá de las palabras que están escritas de manera "ordenada".
Me causaba ruido en mi cabeza pensar que la literatura tuviera un método para desentrañar el contenido de los libros. Me enseñaron las funciones de Propp, pero no podía dejar de pensar en la película de Shrek y decirme: ¡La necesidad de innovar! Ningun personaje correspondía a su prototipo pero desempeñaban bien su papel que les habían asignado, de este modo un ogro feo podía ser un héroe que rescata a la princesa y tiene su final feliz.
Seguí sin que ninguna de las teorías captasen mi especial atención, me dolía la cabeza de pensar en la hermenéutica y me veía en un callejón sin salida, pensaba que la teoría no estaba hecha para mí, quizá, con toda la resignación del mundo, jamás entendería el afán de querer encontrar el verdadero significado de un texto, me bastaba con leer e imaginar, tener un acto íntimo con el libro donde él y yo quizá éramos uno.
Un día, al entrar al salón de clases estaba en la pantalla el inicio de una película, la descripción es peculiar, porque en escena sólo figuran los personajes y parece que están montados en una tarima con tan pocos recursos físicos pero suficientes como para transmitir al espectador el contexto en que se encontraban. Avanzaba la película y captaba mi interés todo lo que podía entender sin que estuviera allí, entonces la profesora dijo: ¡Y eso es lo que plantea Iser! La imaginación del lector completa la obra del autor convirtiendose en coautor.

Dogville me abrió el panorama entre la imaginación y el análisis, me mostré menos tensa ante la idea de una teoría literaria. No me casé con la idea de Iser, pero siempre que me enfrento a un nuevo texto literario puedo retar a mi lector interior para imaginar y llenar esos espacios vacíos.


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