lunes, 27 de enero de 2014

Cerrado o abierto

De acuerdo con el escritor Umberto Eco, el texto literario siempre está dirigido a un destinatario, el cual es una persona que construye el autor para dirigirle su escrito, a este destinatario lo llama lector modelo, y éste debe ser capaz de cooperar en la actualización textual de la manera prevista por él  [el autor] y de moverse interpretativamente, igual que se ha movido generativamente (p. 80) para alcanzar al lector modelo no sólo significa “esperar” que exista, sino que también mover el texto para construirlo (p. 81) Por eso el autor debe elegir las palabras con las que se expresa para lograr una comunicación fluida, sin embargo en este esfuerzo el texto está plagado de ambigüedades y/o espacios desconocidos para el lector, y por eso, también el autor debe prever las posibles fallas de su lector modelo y llenar esos espacios en blanco, de esta forma el texto alimenta al lector; aunque en ocasiones éstos son puestos y dejados a propósito para permitir al lector realizar su “cooperación” para llegar a la interpretación, aunque el texto desea ser interpretado con un margen suficiente de univocidad (p. 76).  El autor elige la lengua (en que escribirá), el tipo de enciclopedia (palabras) y elegirá determinado patrimonio de léxico y estilístico.  
La mención introductoria del lector modelo sirve para explicar lo que Eco llama textos abiertos y textos cerrados. Esta clasificación tiene que ver con la capacidad del lector para interpretar lo escrito, en otras palabras la competencia con la que el lector cuenta para enfrentarse al texto, además de la postura y otras cosas exteriores que no son mencionadas por Eco.
Para los textos abiertos, Eco sentencia que el autor debe sacar partida de la pragmática... Decide hasta qué punto  debe vigilarla cooperación del lector, así de como dónde debe suscitarla, dónde hay que dirigirla y dónde que dejar que se convierta en una aventura interpretativa libre (p. ) pues bien, tenemos que si el texto es una unificación de palabras que apuntan hacia algo (que de un principio no sabemos qué, y que, conforme avanza la lectura se descubre) entonces el autor debe “jugar” con su lenguaje para crear una ambientación casi perfecta para que su escrito tenga la interpretación pertinente y que su intención sea cumplida, puede ser que el autor quiera dar pie a opiniones y/o visiones múltiples del texto, por eso recurre a su ingenio estilístico al mismo tiempo que construye el lector modelo.
Un texto que permite múltiples interpretaciones, es uno muy antiguo y base de muchas religiones, la Biblia (Santa Biblia si prefieren)- aunque seguramente un estudioso de ésta podrá dar más a profundidad de sus orígenes me limito sólo a mencionarla como ejemplo-  tenemos una serie de “libros” que la conforman, en ella se escriben cientos de relatos que en la antigüedad eran sólo concebidos como mandatos de Dios y que se debían cumplir, no se aceptaban reproches ni nada, pero Lutero exclamó que cada persona debería poder leer la biblia y darle el sentido que cada uno quisiera, después de eso cada religión decidió la inclinación que quiso, un ejemplo es la santificación de la Virgen María, los católicos la consideran un santo ya que es la madre de Dios y se basan esto con lo que les dice la Biblia, sin embargo los cristianos observan que María solo fue virgen al tener a Jesús, pero perdió toda su santidad cuando tuvo más hijos (cosa que dejó para que lo especifiquen los estudiosos).
Quizá la mejor manera de ejemplificar son los finales abiertos, me valdré de una película llamada Inception (El origen en Hispanoamérica) cuyo final deja al espectador a un final en suspenso en el que el espectador decide cómo terminar la secuencia:
Final de El origen
Aquí observamos la serie de “elementos” con los que guía a público a la duda, por ejemplo la explicación anterior de la utilidad y necesidad de un tótem, al dar esa explicación se está dando información para que el espectador forme su interpretación final.
Los textos cerrados son aquellos que tienen limitado su lector modelo y su función comunicativa, sin embargo para Eco no hay texto más abierto que un cerrado. También para él estos suelen ser los más violentados, ya que a veces el lector fuerza el texto para dar la interpretación de un texto. Sigo con el ejemplo de los relatos de la Biblia, por ejemplo en el libro del Génesis 2:23 Adán exclama:
-          Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne […]
En esta frase, algunas personas interpretaron la palabra ahora como la mención implícita de la primera esposa de Adán, Lilith quien después se convirtió en todo un símbolo femenino, hubo después un sin número de interpretaciones de ese personaje no mencionada pero que una vez afirmado exploto la imaginación a la multiplicidad de voces y sentencias en torno a ésta, Sin embargo los religiosos afirmarán que sólo habla de la creación de la mujer y que no hay más.
Los textos cerrados tienen una estrategia diferente en la escritura y estilística, pienso e imagino en los libros de superación personal, cuyo fin es mover al lector a una reflexión de cómo está llevando su vida, ver el lado bueno de la situación y no sentirse sólo. Sin embargo si por alguna casualidad este texto llega a ser leído como la máxima obra cuyo lenguaje intriga en verdad al lector este puede dar un giro. Pensemos también que los textos cerrados tienen un lector modelo especializado, podría decirse que por ejemplo, en las crónicas de Bernal, que eran sólo para relatar lo sucedido en aquella época, pasó a formar parte de la primera literatura mexicana, de alguna manera ésta dio un salto para pasar a algo más, lo mismo sucede con las cartas de relación.

Dejo entonces al lector de este blog con la incógnita de ubicar los ingeniosos anuncios de la librería Gandhi, cuya campaña de fomento de lectura suelen ser juegos de palabras, en mi punto de vista pertenecen a un público cerrado, que probablemente sean los no lectores para incitar la lectura sin embargo han pasado a ser casi un emblema para los lectores.




Bibliografía: Eco, Umberto; Lector in Fabula, la cooperación interpretativa en el texto literario; Editorial Lumen, tercera edición 1993.

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